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Em diuen Carles Alòs i sóc un apàtrida. Aquest blog serà un viatge pels indrets més amagats de l'ànima, per les emocions més intenses i pel viure quotidià de cada dia. Agafen cadira i seguen, de la resta, jo m'encarregue,

dimecres, 16 de març del 2011

Canción humilde y arrogante.



Además de hermosos recuerdos
que aún me excitan y me commueven
cuando visitan mi retiro angosto,
unos cuantos errores
y acaso alguna inadvertida infamia
son la cosecha que arranqué a mis años,
dedicados de modo frenético y humilde
al amor carnal de mujer.

Si es que ha de ser evaluado,
este granero ofrecerá a quien tase
sucesos tal vez dignos de castigo
y otros acaso no indignos de envidia:
no faltará quien siente o sufra
por ambas causas un patético odio
o una piedad perversa, digna a su vez de lástima.

Tanto sobre mi horror como sobre mi gloria
muy pocos valedores me traerán estos tiempos.
Se vive poco, se duda poco, se ama poco.
No espero ayuda, nada espero, nada.
La libertad era también
esta pobre pensión, estas parades,
esta música hermana que trae luz en la noche
y estos queridos libros por el suelo del cuarto.

Solitario, evocando ese que fui, y que soy,
con la ternura que si fuera otro
o como si tocara despacio mi cabeza
incorporado hacia mí mismo
desde el lecho de la agonía,
comprendo bien que todo este silencio,
esta pobreza que bastante ofrece
y esta segregación tan rica de memoria
son ya los abogados de mi vida.

A nadie atañe celebrar la dicha
con que me dieron mundo las mujeres
y nadie habrá de disculpar el daño
que mi fiebre pudiera haber hecho algún día.
A amor y error las gentes
suelen poner de nombre culpa.
Su moral se lo pague.

Pero yo sí, yo estoy en deuda
conmigo, con mi cuerpo, con mis manos,
con un cierto coraje en que he vivido
y que es visible incluso
a la oblicua mirada de quienes me desprecian,
con el coraje que también tuvieron
las hembras que hoy me olvidan o me evocan,
con el milagro de los solos juntos,
con la brasa de los amores ateridos
y el inmortal candor de la lascivia,
con la felicidad, con el dolor, con todo.

Por eso en este cuarto en que estoy solitario
rememoro esta noche con pródiga avaricia
todo cuanto he vivido y cuanto he muerto
desde la carne múltiple y sagrada,
y brindo con un vaso de vino ante mi sombra
y humildemente lleno de orgullo y sol mi vida
y doy un beso a todas las mujeres del mundo
mientras estoy resucitando.

Félix Grande. Las Rubáiyátas de Horacio Martín. 1978.

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