A las cinco y media se produjo un momento de calma.Y, entonces, de repente, algo similar a un relampagó recorrió su rostro ajado y desgarrado por el sufrimiento, un virulento fogonazo de alegría mezclada con espanto, una profunda ternura impregnada de temor y angustia; de un golpe abrió los brazos con tan brusca rapidez que ni siquiera debió de transcurrir una décima de segundo entre lo que ella había oído y su respuesta y, com una expresión de obediencia incondicional y una entrega y sumisión infinitas y tan llena de temor como de amor, exclamó:
-¡ Aquí estoy !
Y expiró.
Thomas Mann. Los Buddenbrook (1901)