Pues el camino recorrido, si me vuelvo, es más
largo
que el sendero de cabras que me conduce
adonde nos disolveremos como cera,
y los juncos florecidos no mitigan el corazón,
sino los retoños, la sangre de los cementerios,
he aquí que estás fuera de la sombra
que te guardaba, padre, erguido a los
deslumbramientos,
sin manta ni gorra, bajo el sordo temblor
que anunciabas en el alba
las chatas de los mineros, semisumergidas
por la gran carga, negras sobre las altas olas.
La sombra que me acompaña
hacia tu tumba, vigilante,
y posa en una herma y despeja su frente
con un gesto altanero que le aclara
los ojos ardorosos y las severas cejas
desde un rizo infantil,
esa sombra no tiene más peso que la tuya
hace tanto sepulta: los rayos iniciales
del día la traspasan, mariposas
vivaces la atraviesan, la roza
la sensitiva sin que se contraiga.
La sombra fiel y el taciturno que renace,
la que arrojó del cuerpo el cuerpo interno
y ése al que largos años de ultratiempo
( años por mí abrumado) desencarnan,
se intercambian palabras que yo inmóvil
en la orilla no escucho; una, quizás,
volverá a hallar la forma en la que ardía
amor de Quien la indujo y no de sí;
pero el otro se aterra y teme que
la larva de memoria donde encuentra el calor
de sus hijos se apague al nuevo salto.
-He pensado por ti, he recordado
por todos. Vuelves ahora al cielo libre
que le transforma. ¿ Todavía esta roca
te tienta? Sí, la línea de la costa es la misma
de siempre; el mar que te ligaba a mis playas
antes que yo tuviera alas
no se disuelve. Bien recuerdo aquellas
riberas mías y no obstante llegué con las cercetas
a separarte de las tuyas. La memoria no es
pecado en tanto es útil. Luego
es letargo de topos, abyección
que se enmohece en sí misma...-
El viento diurno
funde la sombra viva con la otra todavía
renuente en un centro que rechaza
mis manos, y se quiebra mi aliento
en el punto dilatado, en la fosa
que circunda el ímpetu del recuerdo.
Así se devela, antes de unirse
a imágenes, a palabras, oscuro sentido
reminiscente, el vacío deshabitado
que ocupamos y que espera hasta que llega el
tiempo
de colmarse con nosotros, de volver a
encontrarnos...
Eugenio Montale. La tempestas y demás. La bufera e altro. Selección, traducción, prólogo y notas de Horacio Armani. 1956
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Benvingut al meu blog, seu i relaxa't. Puc preparar un café i intercanviar opinions.