Vi la silueta de tus pechos
a través de tu disfraz de carnaval.
Supe que te estabas enamorando de mí
porque ningún otro hombre podría percibir
el avance de tu pecho dentro de su imaginación.
Era una transgresión de tu insólita modestia
dedicada a mí y sólo a mí
con la que imprimiste sobre mi apetito amorfo
la incomparable y final silueta de tus pechos,
como dos profundas conchas fósiles,
que permaneció toda la noche y probablemente que
permanecerá siempre.
Leonard Cohen. La energía de los esclavos. (1972)
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