Bajó todavía más su cabeza, hasta que sus labios descendieron por debajo de mi boca y de mi barbilla, pareciendo que iban a abalanzarse sobre mi garganta. Entonces se detuvo y pude oir la impaciente agitación de su lengua al lamerse los dientes y labios, notando sobre mi cuello su aliento cálido. Sentí un estremecimiento en la piel, como si una mano se acercara poco a poco para hacerme cosquillas. Pude notar en la piel hipersensible de mi cuello la suave y trémula caricia de unos labios y el duro contacto de los dientes afilados. Al prolongrase esta sensación, cerré los ojos en una especie de éxtasis lánguido y espere... esperé con el corazón palpitante.
Drácula. Bram Stoker.
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