Anoche soñé  que oía a Dios
gritándome:  ¡Alerta!
Luego era  Dios quien dormía
y yo  gritaba: ¡Despierta!
  
De lo que llaman los hombre
virtud,  justicia y bondad,
una mitad es  envidia,
y la otra no  es caridad.
  
Todo pasa y  todo queda,
pero lo  nuestro es pasar,
pasar  haciendo caminos,
caminos  sobre la mar.
  
¿Para qué  llamar caminos
a los surcos  del azar?
Todo el que  camina anda,
como Jesús,  sobre el mar.
  
No  extrañéis, dulces amigos,
que esté mi  frente arrugada;
yo vivo en  paz con los hombres
y en guerra  con mis entrañas.
  
 Todo hombre  tiene dos
batallas en  que pelear:
en sueños  lucha con Dios;
y despierto  con el mar.
  
 Ayer soñé  que veía a Dios
y con Dios  hablaba;
y soñé que  Dios me oía...
Después soñé  que soñaba.
  
 El Dios que  todos llevamos,
el Dios que  todos hacemos,
el Dios que  todos buscamos
y que nunca  encontraremos.
  
Bueno es  saber que los vasos
sirven para  beber;
lo malo es  que no sabemos
para qué  sirve la sed.
  
 ¿Dices que  nada se crea? 
Alfarero, a  tus cacharros.
Haz tu copa  y no te importe
si no puedes  hacer barro.
  
¿Cuál es la  verdad? ¿El río
que fluye y  pasa, donde
el barco y  el barquero
son también  ondas del agua?
¿O este  soñar del marino
siempre con  ribera y ancla?
  
 La primavera  ha venido y
nadie sabe  cómo ha sido.
  
El ojo que  ves no es
ojo porque  tú lo veas;
es ojo  porque te ve.
  
Los ojos por  que suspiras,
los ojos en  que te ves,
los ojos en  que te miras,
son ojos  porque te ven.
  
¿Dijiste  media verdad?
Dirán que  mientes dos veces
si dices la  otra mitad.
  
 Creí el amor  apagado
y revolvía  la ceniza,
pero me  quemé la mano.
  
En el mar de  la mujer
pocos  naufragan de noche;
muchos, al  amanecer.
  
 Fe  empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro  vivir es emprestado.
Nada  trajimos; nada llevaremos.
  
 Donde acaba  el pobre río,
la inmensa  mar nos espera.
  
 Hoy es  siempre todavía.